Cuando yo era niña me encantaba trepar a los árboles, cazar ranas, hacer tortas de barro, jugar en el club con mis amigos del barrio. Las siestas de verano eran ideales para atrapar chicharras. Mi niñez en el pueblo siempre fue sencilla y feliz, hoy puedo recordar innumerables momentos de fantasía.
Mis padres muy rara vez iban a la gran ciudad pero recuerdo especialmente el día que volvieron de allí con un regalo muy especial... el disco de la Pantera Rosa, mayor fue mi sorpresa cuando descubrí que era rosado, los pocos discos que había visto hasta el momento siempre habían sido negros. Hoy puedo recordar hasta su aroma, era muy particular.
Todos los días lo ponía a girar en el tocadiscos hasta memorizar cada una de las canciones de un lado y del otro, porque se daba vuelta! Así podía imaginarme al Inspector, al Oso Hormiguero...sólo escuchando y mirando la tapa de mi disco. Qué feliz era y cuánto sabían mis padres de lo que significaba ser niño sin psicología de por medio!
Finalmente mi preciado disco rosa fue entregado a mi primer sobrino (como intuyendo que mis hijos demorarían en llegar) que lo llevó al Jardín de Infantes y nunca más volvió.