Creo que debe haber tantas formas
de pasar la Navidad, como familias existen. Nosotros somos muchos y nos
encanta: mis padres, mis hermanos, mis primas, mis sobrinos, los hijos de todos
ellos, César, Agus y yo. Mis viejos son los referentes, son el primer escalón
de la familia y a ellos y a mis tíos le tenemos que dar las gracias por haber
inculcado la sana costumbre de celebrar la Navidad juntos. Cenamos en un lugar
hermoso, perfectamente preparado, bajo las estrellas, con una brisa que calma
el calor soportado durante el día; solamente alguien que de verdad te quiere te
recibe así en su casa. Los niños juegan y los más grandecitos se muestran
ansiosos por la llegada de Papá Noel. Charlamos, nos reímos, recordamos otros
tiempos. Los primeros sonidos indican que falta poco para la medianoche, hasta
que alguien dice: son las doce, son las doce. Nos saludamos, nos damos un
abrazo bien sentido, nos deseamos lo mejor, nos damos cuenta de lo mucho que
nos queremos. Vienen los fuegos de artificio y justamente ahí, Papá Noel
aprovecha para entrar por la chimenea y dejar los regalos. Después todos a
correr a ver qué trajo. Caras de asombro, alegría, magia y complicidad de
grandes y chicos para conservar la fantasía de la Navidad. La noche sigue… los
niños juegan. Mi primo prepara todo para que comience el “show” y así mientras
él toca el teclado, el resto intentamos cantar. Nosotros somos una familia
básicamente tanguera. Todos le pedimos a mi viejo que recite, y él concede con
su cuerpo débil, con su memoria intacta
y actitud bien arrabalera. Nos emocionamos hasta las lágrimas. Y así sigue la noche, con coros
improvisados, canciones por la mitad, “vamos todos”, buenas voces y no tanto.
La luna nos acompaña pero poco a poco la noche se va apagando, la Navidad llegó
y aún nos espera un día de festejos. Y tu Navidad, ¿cómo fue?. Chin-chin y los
mejores deseos para TODOS J